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Es uno de los postres más famosos del mundo, es el símbolo de toda una ciudad y tiene un sabor realmente inimitable: estamos hablando de la sfogliatella, el mítico postre napolitano que todos envidiamos. Desde la versión de masa quebrada hasta la versión rizada, es un postre que ha embrujado a miles de millones de personas, pero se sabe muy poco sobre sus orígenes. Así que tratemos de averiguar de dónde viene la legendaria sfogliatella.
Una torta de "clausura"
A pesar de lo que se pueda pensar, la sfogliatella no nació en la ciudad de Nápoles. En 1600, en la zona entre Furore y Conca dei Marini (en plena Costa Amalfitana, por tanto) se encontraba el convento de Santa Rosa, donde vivían monjas de clausura. Como es bien sabido, estas monjas tenían que dedicar su día a mil actividades, para evitar el contacto con el mundo exterior. La cocina, por tanto, se convirtió en uno de los lugares más frecuentados por estas religiosas.
Según la leyenda, la madre superiora, cuyo nombre era Clotilde, encontró restos de sémola remojada en leche. No eran tiempos en los que se podía desperdiciar la comida, sobre todo en un convento: así que Clotilde ingenió, y mezcló estas sobras con queso ricotta, frutos secos y licor de limón (ancestro del limoncello). La masa final se cerró como una caperuza de monje, dando vida al primer "prototipo" de sfogliatella, la famosa Santarosa, llamada así en honor al convento en el que se hizo. Ese postre hizo la fortuna de aquellas monjas, que lo ofrecieron al pueblo a cambio de unas monedas.
A pesar de ser excepcionalmente bueno, Santarosa permaneció confinado a las zonas de la costa de Amalfi durante más de dos siglos. Fue solo en 1818, gracias al posadero Pasquale Pintauro, que la sfogliatella también llegó a Nápoles.
A Pintauro le gustó tanto el postre que decidió abrir un laboratorio de repostería en vía Toledo y "convertirse" a la pastelería. La versión de Pintauro es la oficial de la sfogliatella: el antiguo posadero eliminó los frutos secos y adelgazó la masa, dándole la forma que aún hoy conocemos. Aunque es un postre presente en todos los bares y pastelerías de Nápoles, todavía es posible degustar el hojaldre original de Pintauro cuyo laboratorio, aunque con una nueva dirección, sigue allí en via Toledo, con el antiguo cartel perfectamente conservado. .
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